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DE LA MANIPULACIÓN DEL LENGUAJE A LA MANIPULACIÓN DEL SER HUMANO

DE LA MANIPULACIÓN DEL LENGUAJE A LA MANIPULACIÓN DEL SER HUMANO

Antonio del Moral García, Profesionales por la Ética de Madrid        

         Hace pocos días la prensa daba cuenta de la aprobación en el Consejo de Ministros de un Anteproyecto de reforma del Código Penal. Son muchos los temas afectados y algunos –como el endurecimiento de la represión penal de las infracciones con motivo del tráfico rodado- han centrado la atención de los medios. Entre las propuestas de modificación, una, que ha pasado más inadvertida, me ha sugerido la redacción de este breve comentario. Se propone por el Gobierno una modificación de los delitos relativos a la manipulación genética –que en su día fueron recibidos con parabienes, pese a sus numerosas imperfecciones técnicas- para relajar la tutela del embrión. Se quiere despenalizar la denominada “clonación terapéutica” como opuesta a la “reproductiva”, utilizando precisamente esta expresión. Al mismo tiempo, también por un camino indirecto, se da vía libre, en sintonía con la reciente modificación de la Ley de Técnicas de Reproducción Asistida y la proyectada legislación de investigación biomédica, a la creación de embriones con fines distintos de la procreación, como podría ser –y en eso se piensa- la investigación.    

      Estas  modificaciones responden muchas veces a lo que se ha bautizado como una bioética “complaciente”, es decir, al servicio de la tecnología y la ideología cientifista pues se limita a ir buscando argumentos para dar marchamo moral a cada nueva reivindicación. Pero en este breve comentario me quería centrar no tanto en contenidos como en las trampas semánticas que se vienen deslizando en el mundo del bioderecho con un éxito tan espectacular como lamentable. El cambio de los nombres ha sido muchas veces el primer paso para otorgar legitimación ética a una actividad. La redenominación es la fórmula ideal para esconder la realidad de las cosas. El lenguaje aparece así como algo mágico que permite modificar la realidad.          

       Un claro ejemplo de ese enunciado que se vuelve a utilizar en esa reforma en ciernes es la falsa distinción entre clonación “terapéutica” y clonación “reproductiva”. El adjetivo “terapéutica” como opuesto a “reproductiva” no es exacto y encierra una doble manipulación. También la clonación terapéutica es reproductiva: se crea un embrión humano. La diferencia no estriba en que en una clonación exista “reproducción” y en la otra no. En ambas hay reproducción si se entiende por tal la aparición de un nuevo ser distinto y potencialmente capaz de llegar a ser una persona. La distinción radica en otro punto. En la clonación terapéutica ese nuevo ser es destruido para obtener material biológico, útil para investigar y en un futuro incierto poder contribuir a la salud de otras personas. En la reproductiva se deja al nuevo ser desarrollarse según lo que sería su evolución natural. Caricaturizando hiperbólicamente la semejanza con ese criterio también sería terapéutica la clonación destinada a crear un bebé al que a continuación se le extraerían determinados órganos para trasplante. Pero el uso del término “terapéutica” despierta las simpatías pues evoca la curación.      

     Hay que estar atentos en estos terrenos para desenmascarar esas poco honestas estrategias que comienzan como forma de propaganda social y acaban informando las legislaciones como ha sucedido en la nuestra con otra muestra bien elocuente de esa manipulación de la realidad: el concepto de "preembrión". Pese a su falta de base científica, ha adquirido  carta de naturaleza en el derecho, en la jurisprudencia y recientemente también en las leyes españolas. Como conoce cualquier estudioso de estos temas la palabra "preembrión" no designa nada distinto de la expresión "embrión". Surgió como necesidad de justificar la instrumentalización de embriones en sus primeras fases de desarrollo. Sus introductores, los miembros de la comisión que redactó el informe WARNOCK donde apareció por primera vez el término, han admitido que esa designación especial para el período de desarrollo que va desde el cigoto hasta el día 15 obedeció a "cierta presión ajena a la comunidad científica" que quería condicionar la discusión ética. No es que al descubrir nuevas características del embrión hayamos decidido dar una nueva conceptuación a una de sus etapas. Se trata de una cosa diferente: ante la posibilidad de utilizarlos en nuevas técnicas algunos se deciden por motivos de conveniencia a diseñar una fase minusprotegida. Es como si par justificar la eutanasia comenzásemos a hablar de “precadáveres” en lugar de personas ancianas o enfermas.         

    A la manipulación semántica sigue la manipulación jurídica. El legislador decide por su cuenta y riesgo que el preembrión es distinto del embrión y no tiene la condición de ser humano. En contra de las evidencias biológicas, y adoptando la postura caprichosa de una preadolescente ("si la realidad es de otra forma, ¡peor para ella!").           Esas manipulaciones del vocabulario, con vocación de dar el salto a lo jurídico proliferan en esta materia. Recordaremos otros ejemplos. Así la terminología "embriones sobrantes". El calificativo "sobrantes" parece invitar a su destrucción, a considerarlos material de desecho. O cuando se habla de "píldora postcoital" con el confesado propósito de evitar las más claras palabras "píldora abortiva" porque se considera que la palabra "aborto es demasiado trágica". O la locución "Interrupción Voluntaria del Embarazo". BAULIEU ha llegado a escribir que debe eliminarse la palabra "aborto" porque es tan traumática como el propio aborto (¡!). ¡Pero si precisamente lo que busca el lenguaje es tratar de mostrar lo más adecuadamente posible la realidad! Reflejarla y no esconderla o edulcorarla. Viene a mi memoria una cena compartida con un grupo de antiguos universitarios que organizábamos periódicamente invitando a algún personaje de la cultura, de la política de la Universidad para mantener un coloquio distendido en un ámbito reducido. Aquella vez habíamos invitado a un ex – Ministro de Sanidad. Era abierto partidario de la despenalización del aborto y sobre ello giró una parte del coloquio. Me asombró su disciplina lingüística. Pese al formato distendido del acto en ni una sola ocasión se le escapó la palabra “aborto”. Siempre se refería –y lo hizo muchas veces- a la “interrupción voluntaria del embarazo”.    

      Una última muestra que también se ha blandido recientemente por algún personaje político para disculpar la investigación con embriones. Se viene proponiendo –y de ello se hacía eco tal responsable- utilizando de nuevo la semántica como disimulado ariete dialéctico, sustituir la denominación de embrión por la de “nuclóvulo” cuando su generación se ha realizado por transferencia nuclear y no por fecundación, como si su naturaleza fuese distinta. Pero con esa “redenominación” se busca de nuevo la manipulación jurídica: de eludir todo el Estatuto Jurídico del Embrión y el debate sobre su condición en esos casos. Cambiando el nombre, se quiere cambiar la naturaleza moral. Y es que también aquí un sano realismo –llamar a las cosas lo que son- es el primer paso de un adecuado enfoque. Al pan, pan y al vino, vino. 

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